miércoles, 3 de junio de 2020

Ya no estoy aquí o del peligro de la historia única

El 27 de mayo pasado Netflix estrenó el largometraje de Fernando Frías Ya no estoy aquí (México, 2019). La película inmediatamente se colocó entre los diez más populares y fue el primer lugar el fin de semana del estreno.

Escribo esto motivada por la melancolía que me provocó al verla y por el hueco emocional al digerirla. Ya no estoy aquí se contextualiza en el Monterrey del 2011, cuando la violencia del narco se recrudeció y la zona estaba en extremo peligrosa. Podemos ver parcialmente un Monterrey que se construye desde el imaginario de la cultura regia de los cholombianos. Aquellos que escuchan una variante de cumbia colombiana, pero rebajada, con una estética muy particular en su indumentaria, con cabellos extravagantes y un rica habla local. En algunas tomas acaso se pueden ver las faldas del cerro de la Loma Larga, los callejones de la parte alta de la colonia Independencia, el Cerro de la Silla, el Cerro de las Mitras y una parte de la Sierra Madre Oriental. Ya no estoy aquí ha resultado ser para propios y extraños de la cultura regiomontana, una sorpresa. ¿En realidad tendría una película que representar el grueso de una población, con sus relatos y experiencias? En el ensayo El peligro de la historia única de Chimamanda Ngozi Adichie habla sobre lo pernicioso de solo tener una sola versión del relato, una sola perspectiva de los hechos, una sola parte de la foto. A partir de su experiencia de vida, Adichie, nacida en Nigeria, en el continente africano, de familia clase media, hablante del inglés y del igbo; recuerda cuando llegó a vivir a los Estados Unidos y escuchó todos los  prejuicios de los norteamericanos que tienen de su país. El gran relato de la pobreza, la hambruna, la epidemia del sida en África mostraba una incapacidad y un fracaso para articular la dignidad de una nación, un continente que le ha dado tanto a las potencias mundiales, menciona Adichie. Como regiomontana en el exilio, me hago la pregunta ¿qué es lo auténticamente regio como para esperar que cualquier producto cultural represente a mi raza, a mi espíritu? Por fortuna, en Nuevo León, como toda geografía, goza de una diversidad cultural y natural que supera la idea, excluyente, donde todos los regios comemos carne asada, apoyamos a los equipos locales de futbol, vemos a Chavana o Multimedios TV, tomamos tecate ligth, bailamos exclusivamente cumbia norteña, nos encanta la coca y trabajamos 100 horas a la semana. Nací en Monterrey en 1979 y crecí en el centro, entre Madero y Arteaga. De familia clase media. Estudié en escuelas públicas, desde el kinder hasta el doctorado; y eso me hizo convivir con gente con variadas realidades socio-económicas, políticas, emocionales, sexuales, etc. Lo menciono porque de otra manera se pensaría que el regio promedio vive en San Pedro, como Cindy la Regia y estudiamos en el Tec, gastamos en dólares y somos hablantes nativos del inglés. Seguro cada uno de nosotros ha tenido o conoce las historias únicas de Tampico, Tijuana, Guanajuato, Tabasco, Xalapa...



Como plantea Adichie, el relato único es un prejuicio que crea estereotipos, crea historias incompletas de las comunidades y priva a las personas de su dignidad. Ya no estoy aquí es una película necesaria porque muestra la superficie de toda una realidad densa, compleja, de particulares ciudadanos regiomontanos, cholombianos, que como otros en otros sitios, hacen o han hecho de sus desavenencias parte de su orgullo y lo han plasmado en su identidad y en sus relaciones con los otros. La película no trata de la romantización de los cholombianos sino en aquellos que siempre han pagado un poco más los embates de la marginalización. Ya no estoy aquí es un ejemplo para ver las estructuras de opresión que nos tienen con la soga al cuello. Ver cómo, en este único relato, se establece la relación dispar donde uno es más poderoso que el otro; Cindy es mejor que Ulises, el fifí es mejor que el godín, el de San Nicolás es mejor que el de Villa de Juárez. Al establecer esa jerarquía que es ley en el estado, el que tiene más es el más chingón; desarticula la heterogeneidad, la diversidad de todos los que hacemos el lugar. Sí, en Monterrey no todos somos cholombianos porque también hay estudiantes, obreros, punks, darks, cumbieros, futboleros, queers, regetoneros, escritores, trabajadores domésticos, deportistas, hip hoperos... Lo ideal, es que la película más allá de desatar el gusto o el rechazo, la bondadosa aceptación o la furia, nos ponga a pensar sobre las infancias, las juventudes y mujeres en Nuevo León. No solo caer en el estereotipo, ponerle una etiqueta Made in La Indepe sino reflexionar todas las infamias que han hecho por décadas las instituciones, los gobernantes y los ciudadanos corruptos. Ulises es nuestro neoCholo en una neoOdisea hacia la nada, al sin lugar, por eso ya no está ahí porque está allá o acullá o quién sabe dónde. Ulises ha soltado las amarras tal vez pasa encontrar en el vuelo del gavilán otro ímpetu de la cólera. Lo repito, la infamia ha perdurado por décadas y hemos sobrevivido al chantaje de las autoridades por la cantaleta de Nuevo León Estado de Progreso. Ya no estoy aquí es un mirar más allá de la pobreza socio-económica y del capital cultural de los protagonistas y la ciudad. Es una oportunidad para observar y hacer crítica consciente de las violencias, a las cuales nos sometemos por querer ser algo que no hemos sido. Una oportunidad para pensar sobre la precarización de la vida, del trabajo, la calidad educativa, el esparcimiento y la expresión colectiva. Ya no estoy aquí curiosamente no habla solo de cholombianos desquehacerados con su sarolo, habla del arrebato al que estamos siempre expuestos ante la vileza de personas con nombre y apellido: Natividad González Parás, Aldo Faschi, Rodrigo Medina, Alberto Madero, El Bronco, los grupos paraestatales, etc. Ya sé que es una película y estoy denseando mucho. Pero justo por eso, me hizo un hueco en el corazón. En la historia de la película, de repente ser joven es maravilloso pero no tanto, por la pobreza y el estigma; y todo se esfuma, desaparece, termina por ese episodio que nos hicieron nombrar como la guerra contra el narcotráfico. Ya no estoy aquí acompañada desde la lectura de Chimamanda N. Adichie, es una oportunidad para equilibrar los relatos y vivir la resilencia, el orgullo identitario, la vital de lo ajeno. Para mí Ya no estoy aquí se trata de aquellos deshistorizados, porque para la media regia no son legítimos como los migrantes, las comunidades indígenas; pero justo es la paradoja de la película, negarlos para reafirmar que existen. Es la historia de los insumisos, de los que aún están ahí o no, pero estuvieron o están o estarán. 

Puro símbolo uno símbolo star compa.
Desde el Cerro de las Mitras mental para el mundo,
Minerva Reynosa